La tan anhelada «vuelta a la normalidad» es ahora el centro de las conversaciones. ¿A cual normalidad? se preguntan unos, la “nueva normalidad” prescriben los otros, pero ¿De qué “normalidad” hablan? ¿Queremos volver a la normalidad o la normalidad era el problema? (W. Ospina) “Cuando la gente habla sobre cuándo las cosas volverán a la normalidad, debemos recordar que la normalidad era la crisis” (N. Klein)
Quienes queremos formular alguna opinión comenzamos a hurgar en la historia, la literatura y las artes las referencias a la peste y sus consecuencias. Tucídides señaló en la “Historia de la guerra del Peloponeso” (431 a. C.) que la plaga que mató a casi una tercera parte de los ciudadanos de Atenas causó un caos en la vida ciudadana, mientras muchos morían, los supervivientes asumiendo que no habría un mañana disfrutaban sus días como fueran los últimos, se “transgredía la moral” y se desafiaba el cumplimiento de la ley.
Como respuesta, aparece la figura del gobierno a través de estados de excepción y su consiguiente deriva autoritaria. El miedo a la enfermedad y a una “mortalidad pestilente universalmente dañina” (como la llamaba Boccaccio en el Decamerón) brindan a los gobiernos de todos los signos políticos la oportunidad de mostrar una forma de proteger de la muerte a través de la imposición del estado de emergencia. En La peste (1947) de Albert Camus y Ensayo sobre la ceguera (1995) de José Saramago, podemos ver que las épocas de pestilencia sacan lo peor de la humanidad. Florecen la indiferencia hacia los demás, el egoísmo, y un cierto acostumbramiento al estado de subordinación, a una especie de servidumbre voluntaria.
Visto en perspectiva latinoamericana, este es el momento en que nos vemos obligados a cancelar proyectos planificados a largo plazo y comenzar a comprender que en los próximos meses y años debemos emprender cambios profundos en nuestras prioridades y estructuras. Algunos de nuestros colegas todavía están en la fase de negación, otros desconcertados, pero el mundo pulso el botón de pausa y todavía estamos dando vueltas, pensando en lo que vendrá. En todo caso, pasarán meses, antes de que nos parezcan seguras las viejas formas de socializar – colectividad, presencia y convivencia- que sabemos son fundamentales para la creación y distribución de la mayoría de los productos culturales. Esta presencialidad necesaria hizo que las instituciones, los eventos y los programas artísticos fueran los primeros en ser suspendidos y que, probablemente, sean los últimos en volver a trabajar por completo.
En un documento reciente, la UNESCO señaló que «la pandemia ha impactado toda la cadena de valor creativa (creación, producción, distribución y acceso) y ha debilitado considerablemente el estatus profesional, social y económico de los artistas y profesionales de la cultura». Las instituciones públicas y privadas, así como los empresarios , las pequeñas y medianas empresas y las ONGs culturales están en estado crítico. Artistas, trabajadores independientes, trabajadores eventuales (intermitentes) son especialmente vulnerables, y tienen un acceso limitado o nulo a algo que se parezca a la protección social. Miramos con envidia las medidas tomadas en algunos países europeos, y desde esta, nuestra América, tratamos de mirar este contexto desde varías perspectivas.
Esos seres humanos denominados artistas
“-Porque -dijo el artista del hambre levantando un poco la cabeza y hablando en la misma oreja del inspector para que no se perdieran sus palabras, con labios alargados como si fuera a dar un beso-, porque no pude encontrar comida que me gustara. Si la hubiera encontrado, puedes creerlo, no habría hecho ningún cumplido y me habría hartado como tú y como todos…” “Un artista del hambre” Franz Kafka
El impacto central de la pandemia de COVID-19 afectará fuertemente una parte insustituible de la vida cultural: los seres humanos. Además del riesgo de contraer o propagar la enfermedad, muchos profesionales de la cultura se verán afectados por el desempleo inmediato y la pérdida de ingresos en un sector que tendrá una recuperación lenta. Las consecuencias saltan a la vista: En primera instancia la migración hacia otros sectores productivos, una especie de «fuga de cerebros», los artistas, técnicos y profesionales especializados se verán obligados a abandonar el sector cultural y buscar formas de “ganarse el sustento” una especie de desalentador “no futuro” se hace presente, ya comienzan a cerrarse pymes y ONGs culturales . Como paradoja, muchos países latinoamericanos han adoptado la “economía naranja” como perspectiva de desarrollo, no solo del sector sino como factor generador de empleo y riqueza, lo han adoptado como política pública, han promovido el empresarismo cultural como una alternativa importante para las economías de la región, no obstante, se observó en su momento la falta de una inyección de recursos nuevos en ese sector, y, en esta etapa crítica las alternativas de una inyección económica que permita soportar el mal momento, solo se plantea desde los recursos de créditos caros y que no corresponden a lo que debería ser una política de fomento que si es considerada para otros sectores tradicionales.
A esto se suma el que los ministerios y entes regentes de la cultura ven mermados sus pírricos presupuestos, que no pesan en los presupuestos generales de ningún país más allá de fracciones de decimal muy por debajo del 1 % de la tradicional recomendación Unesco.
Los que tratan de sobreaguar, aplicando la imaginación y la innovación a sus tareas, lo hacen desde sus casas, asumiendo el trabajo digital con el consiguiente ejercicio cotidiano agotador de muchas más horas frente a la pantalla (es una queja generalizada en todo el mundo) creando planes de emergencia o terminando proyectos en plazos reducidos y en condiciones que no son ideales. Los artistas, los gestores culturales, y los trabajadores de
las artes y la cultura, ahora usan su tiempo en llenar formularios de aplicación a proyectos para obtener recursos pequeños (las instituciones públicas han atomizado sus recursos para tratar de abarcar e incluir un mayor número de beneficiarios), y a tratar de emitir a través de las pantallas su acervo digital, o a crear alguna “cosa nueva” que los comunique con su público, bien sea clases, cápsulas creativas, podcast, o cualquier cosa que signifique creación y movimiento de ideas, siempre a la espera de un hipotético regreso a esa manera de relacionarse con la representación que era la “normalidad “
Los jóvenes comienzan a desertar de la formación en artes de universidades y academias, a lo que se suma que ya hay manifestaciones de preocupación por la falta de nuevos alumnos para los periodos académicos por comenzar, probablemente por las crisis económicas en sus familias, y la perspectiva de “nube negra” que se cierne sobre el ejercicio profesional de la cultura y las artes.
En este contexto, las voces de esta “generación sin esperanza” ( Eliane Brum) que piensan que no vale la pena ir a la escuela si no hay futuro, manifiestan que “Gritamos porque esperamos que sea de otra manera”, por que no podemos olvidarnos que antes de esta crisis universal, ya estábamos inmersos en una crisis ambiental ante la que la indiferencia era la norma y pregonaban “un futuro sin miedo”.
Incertidumbre vital, a la que tratan de responder desde la filosofía y la ciencia, voces que plantean que sociedades enteras “deberían romper con el pasado e imaginar el mundo de nuevo” (Arundhati Roy).
La creación confinada y las nuevas maneras de circular
“…deseoso de un mejor futuro / ha decidido cambiar de casa” Ida Vitale
“El poeta no cumple su palabra si no cambia los nombres de las cosas.” Nicanor Parra
No son buenos tiempos para la creación y la circulación artística. La pandemia impacta seriamente estos aspectos hasta el extremo de convertirse en una amenaza a la diversidad de las expresiones culturales en todo el mundo, estamos en riesgo no solo por que la cadena de valor productiva está siendo afectada, sino por que es probable que en algunos sectores, especialmente el audiovisual, los países menos desarrollados dependerán cada vez más de los productos culturales extranjeros, ante la pasiva mirada de los gobernantes que impulsan incluso a través de decretos expedidos a la luz de la emergencia, el consumo ilimitado de la producción audiovisual internacional en desmedro de la propia (caso colombiano), o la indiferencia de los medios de comunicación que no atienden a los ruegos de divulgación de las músicas nacionales, regionales o locales (emisoras privadas) o los canales de televisión que ven más rentable comprar “enlatados” extranjeros de bajo costo. Ya se ve inundada la televisión abierta de telenovelas turcas de bajo costo y de películas y series recicladas para el consumo masivo.
Es previsible una merma en la producción cultural en nuestros países, por las circunstancias anotadas arriba, pero además nos enfrentamos a la realidad de la quiebra y el cierre de espacios culturales, especialmente teatros, cines, salas de conciertos y centros culturales independientes , así como también pequeñas empresas en el sector creativo, especialmente las productoras audiovisuales, y las empresas de conciertos y eventos . Sin la perspectiva de ensayar colectivamente y mucho menos posibilidades para actuaciones públicas y giras, los grupos independientes de teatro, danza y música muy probablemente desaparecerán. Ante las nuevas prioridades es altamente probable que veamos una reducción drástica en giras, coproducciones , ayudas de la cooperación internacional , residencias artísticas, derivado de las normas que impiden la movilidad de los seres humanos a nivel internacional . Los museos y galerías sufrirán restricciones a la circulación y al préstamo de obras de arte a nivel internacional (nos imaginamos obras de arte sufriendo una “desinfección”?).
Deberemos superar el miedo general que como espectadores tendremos de las actividades en salas o una alta concentración de personas, teniendo como consecuencia la disminución de eventos de gran formato, desde luego esto desde una visión un poco pesimista del asunto, por que las grandes organizaciones del sector de la música, y las multinacionales del entretenimiento lucharán por mantener sus espacios globales, incluso han publicado encuestas y previsiones optimistas para el año entrante, pero “el miedo corroe el alma” decía Fassbinder .
La recuperación de la confianza será lenta, relacionarnos con el “afuera” que entraña riesgos será un reto, las esperanzas oníricas de “cooperación y confianza globales” (Yuval Noah Harari) será un desafío para los seres humanos.
El público
“Julieta, la noche no es un momento, pero un momento puede durar toda la noche.“
Garcia Lorca, El público (1930)
La crisis económica que sobrevendrá traerá consigo como consecuencia lógica la pérdida de empleos, y la ausencia de ingresos, con lo que es posible imaginar una merma muy significativa en el consumo cultural en vivo, tendremos menos espectadores y, probablemente una mayor exclusión cultural, tanto por el empobrecimiento general de la población como por los factores derivados de las limitaciones que se impondrán para el acceso a museos, espacios culturales y espectáculos en vivo. Dependiendo de la duración de esta crisis pandémica (que los más optimistas cifran en un par de años), también es probable la pérdida de públicos futuros, que hoy en día se cultivan juiciosamente en algunos países de nuestra región, en la medida en que se perderán espacios de formación de audiencias dado que las actividades educativas podrían tornarse en secundarias, o simplemente ser relegadas al expediente de proponerlas en medios audiovisuales y digitales. En el otro lado de la ecuación de los públicos consumidores de cultura, los adultos mayores, ahora considerados parte de los grupos de riesgo, verán limitadas sus libertades de movimiento por normas restrictivas, o serán atemorizados por los medios y las consignas públicas de no acudir a sitios no seguros, como consecuencia tendrán más miedo de regresar a los espacios culturales.
Existe una propuesta general de los gestores culturales para que el “desconfinamiento” incluya el desbloqueo de museos e instituciones culturales. El respeto por los protocolos de salud requeridos pueden resultar muy costosos para los independientes. La capacidad reducida de los visitantes, los altos estándares de higiene en el sitio, incluida la recomendación de medición de temperatura, gel de alcohol en todos sus espacios, uso de mascarillas para los visitantes etc. Adicionalmente, hay un sobrecosto importante en los servicios subcontratados, especialmente limpieza, para cumplir con las condiciones sanitarias y garantizar la seguridad pública.
Las etapas de retorno no llegan al mismo tiempo a todos los tipos de instituciones. Los teatros y cines, por ejemplo, no están incluidos en las primeras etapas de reapertura en la mayoría de los países, aun que ya muchos lo tienen en sus previsiones de los próximos meses, no obstante todos nos preguntamos ¿En qué momento el público se sentirá seguro para sus salidas? ¿ tendrá nuevamente recursos económicos y estará entre sus prioridades visitar espacios culturales?.
Volver a abrir las puertas quizás no sea suficiente. Vendrá un periodo de adaptación en que el enorme esfuerzo que deberemos hacer no será compensado con la presencia de un público que ya nos ha sido esquivo, con lo que el sector independiente (las salas teatrales en Latinoamérica, por ejemplo) difícilmente superará esta prueba, y los recintos estatales verán recortados sus recursos para programación y gestión de sus programas.
El público ha tenido un impacto en su subjetividad y, especialmente, en la relación con el tiempo, el ritmo de nuestras vidas se ha frenado considerablemente, esa vida acelerada ha sufrido un freno repentino, el ritmo de la vida de millones de personas se ha ralentizado, qué respuesta tendremos para ese “tiempo recobrado”?
La Transformación digital como nuevo paradigma
“Ahora todos tienen una presencia virtual. Todos están tratando de tener más ruido en la plataforma digital. ¿Pero quién está creando seriamente solidaridades sólidas?” Dr Ong Ken Sen (Singapur)
El papel de las artes es, como siempre, liderar la búsqueda de nuevos caminos, porque el arte es inspirador, y las artes tienen una cierta manera de hacernos repensar nuestra vida. Las artes, no solo en Latinoamérica, sino en todo el mundo, en todos los tiempos, han sido transformadores de paradigmas. Pero casi como consecuencia el poder las teme y las censura de muchas maneras, abiertamente o con el control de los presupuestos que les asigna, pero las artes siguen creando una comprensión diferente del mundo, aún en el confinamiento de las censuras, que es otra manera de encierro , pero hemos sido expertos en sobrevivir a los encierros, y lo continuaremos haciendo.
Ahora el mecanismo de supervivencia es convertirnos en migrantes digitales, el confinamiento de gran parte de la población mundial ha provocado una «diáspora digital de las artes»: una migración no planificada y masiva de contenidos y experiencias culturales al entorno digital. Aunque este impulso digital está ocurriendo en nuestros países, su alcance, efectividad y mensajes transformadores se distribuirán de manera desigual tanto por las posibilidades de acceso de buena parte de los habitantes de esta región que son los excluidos digitales, como por las asimetrías existentes entre diferentes sectores y territorios del mundo, así los países más desarrollados tecnológicamente tenderán a beneficiarse más de las posibilidades digitales. Para estos, la crisis servirá como una oportunidad para acelerar las transformaciones digitales en curso y fomentar el desarrollo de la producción y el consumo de nuevas tecnologías, y, desde luego de la creación y circulación de contenidos .
Asistimos a un auge inicial de la circulación de la producción cultural digital, y una cierta euforia del consumo, pero podemos imaginar en un corto plazo algunos problemas que abordar:
-Posible disminución en la oferta y el consumo de los productos culturales digitales debido a la saturación de la oferta
,- Dificultad para monetizar las acciones digitales
– Riesgos legales que puede traer una relajación de los derechos de autor (en Colombia asistimos a una polémica por el intento que hace la sociedad de autores de intervenir en el sector de la música digital)
-´Las redes sociales se ven favorecidas desde su consolidación como el principal medio de publicidad e interacción entre los artistas y el público.
Finalmente el gran riesgo hace relación a que las organizaciones culturales públicas o las privadas más grandes tendrán una mayor demanda de inversiones en profesionales y servicios tecnológicos. Incluso en la hipótesis de que pase rápidamente esta coyuntura, es probable que los productos digitales dejen de ser accesorios, y se conviertan en una parte integral de los proyectos culturales. Esto marginará a muchas organizaciones que tienen limitado acceso al mundo digital por razones tecnológicas o económicas, y se abrirá una brecha digital aún mayor tanto en la producción de contenidos como en su consumo puesto que se hará más evidente la falta de acceso a la cultura por parte de los grupos vulnerables que ya sufren un acceso desigual a la tecnología.
“Es la economía, estúpido” Bill Clinton
Dentro de la imprevisibilidad de este panorama pandémico, están las consecuencias económicas que estamos viviendo, y las que viviremos. Algunos preveen una recesión mundial que afectará directamente a países en desarrollo como los nuestros Acostumbrados a vivir en la escasez o la ausencia de dineros, no es este un fenómeno nuevo para nuestro sector en este espacio cultural común latinoamericano, pero ahora la sobrevivencia será aún más difícil y justificada en la precarización de los presupuestos públicos y el establecimiento de prioridades del gasto en los sectores de la salud, la seguridad social y alimentaria. Lo que probablemente siga es que debamos enfrentar la reducción o la posible pérdida permanente de fondos públicos, del interés de patrocinadores y donantes que también establecerán otras miradas mas “sociales”, y darán prioridad a la urgencia, que se traduce en proteger a los desempleados y hambrientos.
Los recortes de los presupuestos públicos están a la orden del día, la cultura no está en las prioridades, no aparecen medidas de largo aliento financiero para empresas y profesionales culturales (incluida la gama más amplia de profesionales además de los propios artistas) aparte de créditos leoninos o micro-auxilios coyunturales, . En nuestra América donde el sector depende en gran medida de la financiación pública, es probable que las organizaciones y los espacios culturales no dejen de existir, pero tendrán que enfrentar recortes presupuestarios aún mayores, reducción de equipos y proyectos. Sin embargo, las organizaciones independientes y los proyectos culturales comunitarios se verán profundamente afectados. Las donaciones de individuos y fundaciones también pueden tener una disminución importante, ya que se sentirán obligados a donar a causas más urgentes.
Economistas como el premio Nobel Amartya Sen piensan que la riqueza de una nación no es solo lo que mide el PIB o la renta per cápita, sino también las competencias humanas que favorece. Otros, como Schumpeter o Kirzner, piensan que la innovación o la creatividad son el motor impulsor del crecimiento, y que una «sociedad creativa», puede favorecer todo tipo de innovación. La economía deja de ser la ciencia que administra la escasez para convertirse en la ciencia que amplía las posibilidades humanas, necesitamos pues abordar la dimensión económica del problema, más allá de la retórica de la “economía naranja o creativa” siendo capaces de ponderar todas las dimensiones del desarrollo humano, y poniendo a la cultura no sólo en el discurso, sino en la realidad como un sector en el que hay que invertir desde lo público.
Mirar más allá de la coyuntura.
“Y sí, el multiculturalismo, como la interculturalidad, han sido ficción utópica. Y eso nos incumbe a los que trabajamos políticas culturales. ¿Qué es lo que realmente podría producir alianzas entre las diferencias?” G. Yúdice
La referencia a lo que vendrá después de la pandemia, cuando aparezca esa cura salvadora en forma de medicamento o de vacuna, incluye esa reflexión a la que estamos obligados sobre el rol de la cultura en esta re-construcción (todo está dicho en clave de RE) . Claudia Toni, desde Brasil plantea una «crisis de relevancia», aun que todos recordemos y subrayemos la importancia de las artes tanto para la distracción como para la salud mental de la población, incluso para el manejo de la comunicación y transmisión de mensajes de cultura ciudadana en torno a formas de comportamiento y manejo de las situaciones derivadas de la forma en que los gobernantes manejan estas crisis. No obstante en un escenario de escasez de recursos será difícil convencer a los políticos de que inviertan más dinero en cultura. La gran mayoría de las organizaciones culturales en Latinoamerica debido a sus modelos de gestión y limitaciones presupuestarias, están paralizadas. Esos segmentos artísticos y sus productos, que ya se consideran elitistas, pueden ser cuestionados sobre su relevancia y necesidad, sacudiendo los mercados considerados estables y rentables.
Por otro lado, el sector cultural, pese a que en algunos países muestra constancia y seriedad en datos e investigación de impacto, que se ha traducido en ser dimensionada en su importancia como política pública prioritaria en Centro y Suramerica, no articula en su defensa las cifras de otros sectores aun que se manifieste en otros contextos (las cifras de generación de empleo por ejemplo.
El riesgo que corremos como “ecosistema cultural “ (Rowan) es esa especie de darwinismo de un futuro basado en la «supervivencia del más apto» (instituciones o sectores de las industrias culturales de mayor dimensión, más establecidas y más rentables)
Pero siguiendo la reflexión de Yúdice, los planteamientos deben apuntar hacia ¿cómo pueden los sectores y países menos afectados ayudar a otros? ¿En tiempos de redes que superan las barreras de las fronteras, geográficas y tecnológicas, cómo se pueden crear redes de cooperación y solidaridad ? ¿Cómo evitar la exclusión de los tradicionalmente excluidos?
La crisis pone a prueba nuestra capacidad para combinar empatía y acción. Es hora de estar en contacto con nuestros amigos y socios en Latinoamérica, incluso si las organizaciones en las que hemos estado trabajando juntos no sigan trabajando de la misma manera. Todos estamos pensando en formas de organizarnos de diferentes formas; tal vez lo digital prime, tal vez aparezcan nuevos formatos, tal vez nos encontramos un poco más tarde. Estamos obligados a utilizar nuestra imaginación y capacidad de innovación para continuar trabajando a través de las fronteras, juntos, por ahora y para el futuro.
El miedo y la incertidumbre que sentimos en este momento, mientras que el sector al que hemos dedicado nuestras vidas se detiene, es real. Cuando se levantan las prohibiciones, nuestra mirada se desviará de nuestras pantallas en un acto de liberación silenciosa , abrazaremos la posibilidad de construir nuevas posibilidades de encuentro, y trabajaremos juntos en esa “construcción en el abismo” a la que nos obligan los tiempos por venir.