Por: Lucero Millán*

El trabajo en red en la región centroamericana ha sido una aspiración y un sueño
largamente acariciado para los artistas de las artes escénicas y para los gestores culturales
desde muchos años atrás, no solo por tener una serie de condiciones que teóricamente
deberían de beneficiarnos para la integración, como la cercanía de nuestros países,
territorios relativamente pequeños geográfica y poblacionalmente y la cultura en común,
(aún con nuestras grandes diferencias), sino porque trabajar en red es por todos conocido
que potencia recursos, crea sinergias y amplía experiencias, además de darnos una
identidad como centroamericanos.

Confieso que este tema me genera inseguridad, por la discontinuidad en la que he vivido el
proceso de construcción en red de artes escénicas en Centroamérica y porque
prácticamente no existen estadísticas y hay pocas investigaciones sobre las redes en
cultura, así que intentaré hacerlo desde mi participación como artista y gestora cultural, en
un contexto en el que hemos aprendido a luchar contra la informalidad y la precarización y
a construir de cero la cadena artística, desde la formación profesional hasta la construcción
de públicos. Es por ese motivo que la historia la contamos desde este lado de la acera.

Hablar de Centroamérica es hablar de un territorio lleno de cultura, paisajes paradisiacos,
diversidad, gente amable, pero también es hablar de un territorio convulsionado, con
invasiones norteamericanas, guerras, genocidios, guerrillas, revoluciones, dictaduras,
pobreza, migraciones masivas y una larga lucha de nuestros pueblos por la defensa de los
derechos humanos, la búsqueda de la democracia, la institucionalidad y la independencia
de poderes, a costa de grandes sacrificios y pérdidas humanas. A esto se le suma, una
profunda herencia de lo que el intelectual nicaragüense Pérez Baltodano, llama cultura
pragmática/resignada que encuentra una de sus principales raíces en la cosmovisión
providencialista reproducida por la iglesia católica desde la conquista, y que expresa una
visión de la historia como un proceso gobernado por Dios donde se deposita la fe en

poderes externos al individuo. Esta visión, desde mi punto de vista, ha facilitado la aparición
de caudillos, limitando la capacidad crítica de articular las visiones colectivas y las
estrategias necesarias para el desarrollo de proyectos en red en todos los ámbitos. Todo
esto ha generado sociedades muy fragmentadas, polarizadas, que hacen difícil los procesos
de trabajo en conjunto, desde el ámbito político hasta el sector al que pertenecemos.

Por parte del Estado no han existido prácticamente políticas claras y oportunas que
propicien el desarrollo de las artes escénicas centroamericanas, exceptuando algunos
períodos en Costa Rica y en los años ochenta en la Nicaragua revolucionaria que generaron
importantes cambios estructurales de desarrollo artístico. La mayoría de las iniciativas en
red han sido desde las iniciativas privadas de los grupos independientes por ser los más
dinámicos y comprometidos con sus objetivos, como es el caso de mi grupo, el Teatro Justo
Rufino Garay en Nicaragua del que hablaré más adelante.

El sector asociativo ha sido un fenómeno relativamente reciente, promovido en gran
medida por organismos no gubernamentales internacionales como Hivos (Instituto
humanista de cooperación para el desarrollo), ASDI (Agencia Sueca para el desarrollo
internacional), COSUDE (Cooperación Suiza para el desarrollo en Centroamérica), los
centros culturales españoles, entre otros.

A pesar de este difícil contexto político, económico y social, ha habido grandes proyectos
de construcción de red y de plataformas para la circulación, lo que lo hace aún más
meritorio. Una de las primeras experiencias que conocí como un intento de trabajar en Red
fue el Puente Centroamericano de Teatro, fundado en 1996 por compañeros
guatemaltecos, que lograron realizar dos ediciones de corredores de espectáculos pero que
lamentablemente no tuvieron continuidad. El festival cultura Paiz en Guatemala,
organizado por la fundación Paiz, con 13 ediciones. Le siguió la presencia de Celcit (Centro
latinoamericano de creación e investigación teatral) que logró realizar algunos corredores
de espectáculos iberoamericanos en Nicaragua y en Honduras y sirvió como plataforma

para homenajear a personalidades de las artes escénicas. Continuó la Red (Red de
promotores culturales de América Latina y el Caribe) que tuvo representación en toda
Centroamérica exceptuando Belice y que logró la circulación de una cantidad considerable
de grupos de gran prestigio de Latinoamérica y el Caribe. No menos importante ha sido el
FIA (Festival Internacional de las Artes) de Costa Rica, promovido por el Estado, y fundado
en 1989, que tuvo su última edición presencial en el año 2020. En el año 1995, el teatro que
tengo el honor de dirigir fundó el FIT/Nicaragua (Festival Internacional de Teatro,
Monólogos, diálogos y más) con veintiun ediciones y en el cual han participado grupos de
reconocido prestigio del mundo iberoamericano. El grupo de teatro Bambú de Honduras,
fundó el Festival Internacional de las artes escénicas, Bambú en 1990, realizándolo cada
año, cumpliendo 33 ediciones. En el año 1993, Fernando Umaña inauguró el Festival
Centroamericano de Teatro “Creatividad sin fronteras” culminando su última edición en el
año 2010. Su festival hizo énfasis en la promoción del trabajo artístico de la región. Así
mismo en Panamá, bajo la dirección de Roberto King se inauguró en el año 2007 el FAE
(Festival de Artes Escénicas) con quince ediciones en su haber. Es de los pocos festivales
que continúan en la región junto con el Festival Bambú de Honduras y el Fit Nicaragua. En
los últimos años la presencia de Iberescena ha propiciado coproducciones y algunos
corredores centroamericanos. Y desde hace varios años Redelae (Red Euro latinoamericana
de artes escénicas) a la cual pertenecemos desde hace varios años, ha sido un dinamizador
en Panamá, Costa Rica y Nicaragua, en conexión con los más importantes festivales de
Latinoamérica y Europa. De Guatemala no hemos vuelto a conocer iniciativas de
integración regional desafortunadamente desde hace años y Belice es un país casi
desconocido por los centroamericanos.

Merece especial capítulo de esta exposición una de las más importantes plataformas de
trabajo en Red que hemos implementado, llamado El Carromato (Proyecto de capacitación
para el sector teatro en Centroamérica), un proyecto que hasta la fecha ha dejado huella
en la región y que tuvo como propósito reforzar la profesionalidad del sector ante la
ausencia de políticas culturales y la poca demanda del público.

Todo inició con una convocatoria regional que realizó el colega Tito Estrada en Honduras en
el año 2001 para realizar un taller de Marco lógico. Ese taller se convirtió en el proyecto
Carromato, naciendo con buena estrella y con financiamiento desde el inicio de ASDI
(Agencia Sueca para el desarrollo internacional) y en la última etapa de Hivos. Se conformó
un Comité Ejecutivo, una asamblea integrada por los asistentes a ese taller, se invitó al
Instituto de Drama Sueco para ser contraparte por ASDI, se crearon representantes en cada
país para la ejecución del proyecto (Belice Nada, Guatemala Rayuela, El Salvador María
Escalón de Núñez, Honduras, Teatro Taller Tegucigalpa, Nicaragua, Teatro Justo Rufino
Garay, Costa Rica, Teatro Giratablas, Panamá, Asociación Cultural Alter Arte y se nombró al
Puente Centroamericano de Teatro de Guatemala para su administración.
El proyecto tuvo seis resultados:
Resultado 1. La capacitación, Consistió en elegir a maestros de reconocido prestigio en las
categorías de dirección, actuación, dramaturgia, crítica teatral, dirección técnica y
producción, para desarrollar durante un mes en un país distinto, talleres para los
profesionales de Centroamérica a través de un concurso. De ahí que contamos con
maestros como Ricardo Bartis, José Sanchiz Sinisterra, Charo Frances, Fernando de Ita,
Carlos Ianni y Gabrio Zapelli.
Resultado 2. La Réplica. Que básicamente consistió en reproducir el conocimiento en los
lugares de origen.
Resultado 3. Belice. Se vio como un resultado con el propósito de contribuir al desarrollo
del teatro profesional en ese país y a su incorporación a la región.
Resultado 4. Reforzamiento al sector técnico por considerar que históricamente ha sido
uno de los sectores más desprotegidos de Centroamérica.
Resultado 5. Diagnósticos de la situación teatral de cada país con miras a tener insumos
para la conformación de una Red centroamericana de teatro, objetivo final del proyecto.
Resultado 6. La Red. Se conformaron redes locales en cada país para la consolidación de la
Red Centroamericana de teatro para que siguiera creando sinergias.

El proyecto terminó en el año 2008 con un cúmulo de experiencias y con otros alcances no
menos importantes como el Proyecto Lagartijas, surgido del taller de actuación, se
implementó una mayor circulación artística reforzando los festivales existentes, hubo
compañeros que se dedicaron a escribir como Jorgelina Cerritos, Harold Agurto, otros a
actuar de manera profesional, algunas redes continuaron existiendo, sin embargo, la Red
Centroamericana lastimosamente no ha podido levantar cabeza. La mayoría de estas
iniciativas han tenido un común denominador: la discontinuidad. La pregunta, vuelve a ser
la misma. ¿Qué es lo que nos sigue impidiendo trabajar en Red, después de tantos
intentos?

Centroamérica tiene un atraso histórico en temas relacionados a educación, a inequidades,
con altísimos índices de pobreza, con economías altamente dependientes y débiles. En
varios de nuestros países el principal producto de exportación es el capital humano que
emigra masivamente en busca de oportunidades y les regresa a sus países la principal
fuente de ingresos: las remesas. Obviamente ante este panorama el tema cultural siempre
queda relegado.

En nuestro caso, como Teatro Justo Rufino Garay, hemos logrado sostenernos en el tiempo
durante 44 años: Hemos formado generaciones de actores, creamos la primera sala de
teatro independiente del país, mantenemos programación de artes escénicas de manera
permanente, fundamos en 1995 el Fit Nicaragua, uno de los eventos de teatro más
importante del país, todo desde el trabajo autogestivo.

He querido mencionar esta iniciativa, en primer lugar, porque es el que más conozco y, en
segundo lugar, como un ejemplo de lo que significa trabajar ya no digamos en Red, sino en
la defensa de nuestro propio proyecto de vida, luchando no solo ante la falta de apoyo y
recursos sino ante la masiva deserción de los jóvenes.

Cuando reflexiono sobre la misma pregunta ¿Qué es lo que nos impide seguir trabajando
en Red? Vuelvo la cabeza atrás y no me queda más que rendirles el sombrero a todos mis
colegas centroamericanos, que, a pesar de nuestros contextos complejos, de atraso,
pobreza económica y subdesarrollo, seguimos creando nuevos espectáculos y festivales y
desarrollando grandes proyectos en nuestros propios territorios, haciendo de la resistencia
y la alegría, uno de los mayores actos revolucionarios. Destaco el papel que Redelae ha
jugado en estos años para nosotros, no solo por sus importantes festivales como ventanas
de oportunidades y de otras realidades, sino por la red de afectos que nos ha permitido,
primero estar aquí el día de hoy compartiendo con ustedes y segundo, porque nos sigue
acompañando en la búsqueda de nuevas rutas para la creación y la circulación que nos
ayuden a romper esa tradición providencialista de la que nos habla el sociólogo
nicaragüenses, como un caminos indiscutibles de libertad y esperanza.

¡Muchas gracias!

*Directora, dramaturga, actriz, docente, promotora cultural y socióloga. Mexicana. Ha dirigido
40 obras de teatro y escrito otras tantas, entre la que destacamos “Ay amor ya no me quieras
tanto” “Marica” “Francisca” y una investigación titulada: “Teatro, Política y Creación, una
aproximación al teatro Justo Rufino Garay”. Fundó en 1979 el Teatro Justo Rufino Garay y la
primera sala de teatro independiente en Nicaragua a raíz de la Revolución Popular Sandinista.
Ha sido formadora de varias generaciones de actores. Su trabajo se ha presentado en los más
importantes festivales de América Latina y algunos de Europa, destacándose: el Festival de
Otoño de Madrid, el Festival de Londrina, Mirada y Belohorizonte en Brasil, el Internacional
Theatre Festival de UCLAlive de los Ángeles, el Festival de Cádiz, de Manizales Colombia, Puerta
de las Américas en México, entre muchos más. En algunos de ellos en varias ediciones. Es
consultora en temas de participación ciudadana y teatro. Ha sido jurado en el género
dramaturgia en Casa de Américas en la Habana Cuba (1991).
Ha realizado talleres y conferencias en Argentina, Colombia, Brasil, Honduras, Costa Rica,
México, España, Estados Unidos, entre otros. Desde 1995 dirige el Fit Nicaragua (Festival
Internacional de Teatro (Monólogos, Diálogos y Mas), uno de los eventos de teatro más
importantes del país.

Recibió el reconocimiento “Aztlán” del gobierno de México a través de su embajada por su
aporte a la cultura nicaragüense, y el reconocimiento “Lo nuestro” otorgado por el Gobierno de
Sinaloa México por trascender las fronteras del Estado. Actualmente sigue dirigiendo el Teatro
Justo Rufino Garay y el Festival Internacional de Teatro, Monólogos, diálogos (Fit).