Por: Lucero Milán*
Humberto Eco cuenta en el libro Confesiones de un joven novelista que en una ocasión un amigo lo llamó para que hablara en un simposio sobre: Si sabemos que Ana Karenina es un personaje de ficción que no existe en el mundo real ¿Por qué lloramos por su difícil situación? O en todo caso, ¿Por qué nos conmueven sus desgracias?
Esta lectura me hizo reflexionar sobre el poder de la ficción. Hay muchos estudios que explican que las manifestaciones del arte que están asociadas a la ficción no están vinculadas solamente al goce estético y a la reflexión, sino que también es una herramienta evolutiva porque el cerebro de esa manera se prepara para conocerse a sí mismo, a los demás y al entorno, como una forma para prepararnos para el futuro, ya que nos permite ver ciertos patrones de comportamiento que nos están dando información valiosa de cómo podríamos comportarnos ante situaciones similares.
Soy una convencida del poder de la ficción, estando en México, vi un documental llamado La ofensiva final en el que se mostraba los últimos meses de la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua en 1979. Se culminaba con la escena del triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Había una ancianita sin dientes, pero con una alegría especial en su mirada subida en la torre de la catedral ondeando una bandera. Esa imagen me conmovió profundamente y me dije: “Yo quiero estar ahí, en ese momento histórico, aprehender del pueblo nicaragüense y aportar humildemente a ese proceso”. Me conmovió tanto que decidí venir a este país e incorporarme al proceso revolucionario.
Antes de esa experiencia, no conocía casi nada de Nicaragua, mis referencias únicamente eran la canción de Carlos Mejía Godoy cuando mi madre se levantaba contenta y cantaba son tus perjumenes mujer, los epigramas de Ernesto Cardenal, el texto de Sergio Ramírez De tropeles y tropelías y el poema Margarita está linda la mar de Rubén Darío que me hacían recitar en el colegio cuando era niña. También había retenido en mi memoria las imágenes de Edén Pastora más conocido como el comandante cero y la comandante guerrillera Dora María Téllez cuando se tomaron el palacio nacional en 1978 para liberar a los presos políticos y sus rostros luminosos le dieron la vuelta al mundo a través de unas hermosas fotografías.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo las diferentes formas de arte pueden cumplir una gran función en nuestras sociedades, no solo son puentes comunicativos y creadores de realidades, sino que logran hacer visible aquello que por lo general pasa desapercibido. La capacidad de seducción de las artes y de la ficción es innegable al comunicarse con el lenguaje de los afectos expandiendo así el mapa social, porque como decía el maestro Peter Brook cuando uno siente comprende.
En estos tiempos de invasiones militares, dictaduras, guerras, migraciones masivas, destrucción al medio ambiente y por supuesto pandemias, tenemos mucho que agradecer al arte y a la ficción por habernos acompañado con un libro, una película, una obra de teatro, una buena serie, o una hermosa pieza musical, sin ellas difícilmente hubiéramos soportado la cuarentena y los momentos más cruentos de la historia, una historia que seguimos construyendo y que no parece ser muy alentadora para las nuevas generaciones. Por eso, me gusta imaginar que, en un futuro, un joven encontrará en el arte como nosotros lo hemos encontrado con antiguos escritos, aquello que nos convierte en humanos.
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De origen mexicano. Directora de teatro, actriz, dramaturga, promotora cultural y socióloga.
Funda en noviembre de 1979 el Teatro Justo Rufino Garay, uno de los grupos más consolidados y profesionales de Nicaragua y Centroamérica. Es consultora en temas de participación ciudadana y teatro. Ha realizado talleres en Colombia, Estados Unidos, República Dominicana, Costa Rica, Honduras, España, Guatemala, México, Brasil, entre otros. Ha viajado con su grupo por más de 25 países y obtenido varios reconocimientos. Dirige el FIT/ Nicaragua (Festival Internacional de Teatro, Monólogos, Diálogos y Más…) desde 1995.
Como autora ha escrito “Ay amor ya no me quieras tanto” “La ciudad vacía” “Dulce compañía”, “Francisca” “Las palabras no se las lleva el viento” “Marica” y la investigación “Teatro, Política y Creación, una aproximación al Teatro Justo Rufino Garay”.
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